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Parte III: El Comunitarismo... Carlos Donoso P.


VIGENCIA Y DESTINO DEL COMUNITARISMO Y DE LA ECONOMÍA SOLIDARIA
A como respecto al comunitarismo se ha planteado la interrogante sobre su significado teórico e histórico, lo mismo ha ocurrido en torno a la economía solidaria. Pablo Guerra, por ejemplo, se ha preguntado si esta busca sustituir al capitalismo y al Estado o convivir con ellos (o con uno de ellos) y ha respondido que claramente aquí se dividen las aguas. Luego distingue tres posturas en tal sentido.

Una primera se puede definir como impulsora de una mirada pluralista del mercado: Desde esta posición se reconoce la pluralidad de comportamientos buscándose la mejor combinación posible entre las empresas de capital, la intervención estatal y las contribuciones de los emprendimientos y racionalidades de economía solidaria (Guerra, 2011). Enmarcada en esta postura, la economía solidaria busca un doble propósito: crecer como sector ganándole terreno al capitalismo  (sobre  todo  a  sus  peores  representaciones)  o  al  Estado  cuando corresponda; e impregnar de solidaridad a los otros dos sectores, como forma de avanzar haciaotra economía’ (Guerra, 2011). Una segunda postura

es partidaria de un enfoque instrumental a favor de los más desfavorecidos. Sus partidarios ven a la economía solidaria como  el nicho de sectores excluidos en la sociedad que logran mediante sus estrategias asociativas mejores niveles de vida. (…) En definitiva, la economía solidaria no implica en el horizonte ningún cambio socioeconómico, más allá de los posibles aportes de ingresos a las familias involucradas. (2011)

Y una tercera posición aspira a que toda la economía resulte solidaria. Ve la economía solidaria no tanto como un sector específico en convivencia con otros, sino como un sistema que debería avanzar sobre el capitalismo o sobre el Estado hasta lograr su desaparición (2011).

Luego  de precisar  que entre estas tres  grandes tendencias se  perfilan numerosas otras lecturas, Guerra opina que la primera posición es la mayoritaria, y la que entronca más claramente con el comunitarismo contemporáneo.

Aun aceptando que esta esquemática clasificación corresponde en general a las tendencias hasta ahora observables, en el futuro pueden perfectamente producirse transformaciones. Porque si bien el pluralismo económico y el amplio predominio de las empresas de capital son realidades actuales que seguramente se prolongarán por mucho tiempo, el fortalecimiento y crecimiento del sector solidario, sobre la base de ganarle terreno al capitalismo y al Estado, y el consiguiente avance hacia otra economía (primera posición), permiten suponer, con cierto optimismo, que esto podría generar una creciente transformación de la economía en su conjunto en solidaria (tercera posición). Este carácter transformador de lo que hoy es un sector económico ha sido postulado como su destino posible por diversos autores que han estudiado las experiencias de esta naturaleza.

Bajo esa óptica, por ejemplo, los cooperativistas españoles Jordi García y Jordi Via y el filósofo, sacerdote y político LLluís Maria Xirinacs se oponen a la designación del sector cooperativo-mutualista-asociativo como tercer sector”, porque esto significa situarlo, argumentan, en tercer lugar y ello implica aceptar simlicamente su residualidad y subalternidad, como si redujésemos las cooperativas, las mutualidades, las sociedades laborales, etc., a una función meramente paliativa de los atropellos cometidos por los dos primeros, y tenidos por los principales, sectores” (García, Via y Xirinacs,  2006, p. 214-5). Estos autores, por el contrario, ven en este tipo de experiencias empresariales la prefiguración de una nueva economía (2006, p. 10).

Por su parte, el economista Raúl Gonlez Meyer ha investigado en torno a las pcticas y propuestas solidarias, cooperativas y autogestionarias propias de este tipo de economía desde una perspectiva emancipadora, como portadoras de emancipación social, política y laboral. Sostiene que ha existido en la época modernaun continuo reconocimiento aunque ubicado periféricamente respecto a las corrientes dominantes sobre aquel tipo de pcticas económicas, porque han constituido una realidad que ha buscado mostrar su especificidad, alternatividad y conveniencia respecto de otras pcticas económicas en términos de su lógica, normas, reglas.

Señala Gonlez además que, entremezcladas con hechos históricos costos sociales del capitalismo, resistencias, gestación de alternativas de carácter asociativo–, han influido doctrinas en este tipo de prácticas, como el acento cristiano en la comunidad y la solidaridad, y el socialismo en algunas de sus vertientes. (González Meyer, 2013, s/p).

Luis Razeto, destacado   teórico de la economía solidaria, también se ha preguntado sobre el destino de estas experiencias; para él, estaes una búsqueda teórica y pctica de formas alternativas de hacer economía, basadas en la solidaridad y el trabajo. También constituye un nuevo enfoque conceptual, al nivel de la teoría económica, referido a las formas económicas cooperativas, comunitarias, autogestionarias y asociativas, y un gran proyecto de desarrollo, transformación y perfeccionamiento de la economía. Sostiene además que la economía de solidaridad

aparece como un modo nuevo de pensar y de proyectar procesos transformadores eficaces y profundos, en condiciones de concitar la conciencia y la voluntad de los más vastos sectores que anhelan una vida mejor, una vida buena, y una sociedad más humana y convivial. (Razeto,1993, s/p)

Ahora bien, si las pcticas y propuestas de la economía solidaria se desarrollan vinculadas a movimientos y doctrinas que buscan un profundo cambio de estructuras sociales, y se orientan a en una perspectiva transformadora y emancipadora, su significación podría consistir en algo que va más allá de lo que hoy representan, que no es poco, a pesar de las limitaciones y amenazas que deben enfrentar. Asimismo, la confluencia del comunitarismo y de las experiencias de economía solidaria en torno a un proyecto de transformación orientado a la efectiva realización de una sociedad distinta a la actual es un problema y un desafío teórico- pctico, de carácter político.

En relación con lo anterior, nos parece interesante considerar un planteamiento de Charles Taylor sobre las posibilidades de lograr un viraje en el rumbo que ha seguido hasta ahora la sociedad moderna. En su libro La ética de la autenticidad (titulado El malestar de la modernidad en la primera versión canadiense) sostiene que

la única forma eficaz de contrarrestar la deriva hacia el atomismo y el instrumentalismo que nos arrastran hacia el mercado y el Estado buroctico consiste en la formación de un propósito democrático común, la fragmentación nos incapacita para resistirnos a esta deriva. (Taylor, 1994, p. 143)

Afirma, por eso mismo, que una de las condiciones que se requieren para lograr victorias tal vez la más importante consiste en evitar la fragmentación entre quienes desean dicho viraje. La acción común con éxito puede proporcionar una sensación de poder recobrado y fortalecer también la identificación con la comunidad. El poder recobrado contribuye a mitigar esa sensación de impotencia que surge de sentir que se nos gobierna mediante estados a gran escala, centralizados y burocticos” (1994, p. 144).

Unirse tras propósitos comunes es, a nuestro juicio, una condición para el éxito de la lucha de quienes trabajan por una economía solidaria y una sociedad comunitaria. La pregunta que cabría aquí es si esto no requiere igualmente la creación de un movimiento social todavía más amplio, articulado en torno a un proyecto ideológico y político distinto al liberal. Y vuelve también entonces a plantearse la interrogante de si tal proyecto podría surgir, justamente, de aquella corriente de pensamiento que se ha presentado, ayer y hoy, como crítica y oponente del liberalismo, vale decir, el comunitarismo. En cuanto a su concreción, contribuiría a realizarla el que las organizaciones y movimientos de economía solidaria, bajo la inspiración y los fundamentos de una concepción comunitaria, se fortalezcan y continúen desarrollando las actividades de coordinación y colaboración entre las distintas experiencias, e impulsen el movimiento de economía solidaria al logro de su hegemonía y predominio.
La posibilidad de avanzar hacia un desarrollo no capitalista está relacionada igualmente con lo que puedan aportar las organizaciones políticas que buscan la transformación del sistema a través de la conquista de posiciones de poder político. Porque también es cierto que un Estado que estimule y promueva el desarrollo de la economía solidaria crea condiciones favorables para lo que venimos planteando, como ha ocurrido, por ejemplo, en países como Ecuador y Bolivia. Sin embargo, en Chile dichas organizaciones no han encontrado fórmulas realmente eficaces para conseguir sus objetivos. Se mantienen disminuidas y dispersas, aunque surgen propuestas para superar esta situación. Mencionemos una que proviene de la tradición comunitaria, la del cientista político Bosco Parra, quien ha propuesto redefinir el papel del militante de izquierda. En vez de los partidos de antes, vale decir,  asociaciones  de  militantes, Parra  propone que  sean ligas  de apoyo a iniciativas comunitarias. Si no se recrean radicalmente, las formaciones revolucionarias  no tienen  nada  que  hacer,  y  sin  especialistas (entendidos  en cooperativismo, mutualismo, sindicalismo, contabilidad, resistencia, etc.), las nuevas experiencias sociales van a ir a parar a la vulgaridad clientelista (Parra, 2001).

También cabría esperar que las organizaciones y movimientos sociales que tienen intereses contradictorios con las políticas propias del actual modelo de dominación agrupaciones de gremios, de ecologistas, de estudiantes, de género, de etnias, etc. participaran en la construcción de otro modelo, de emancipación. La articulación, movilización y conquista de poder por parte de todo este universo de comunidades y organizaciones sociales y políticas podría representar un paso importante en el camino de la reanimación popular y del cambio histórico.

NOTA CONCLUSIVA
Desde distintos ámbitos, el comunitarismo y la economía solidaria se vinculan en torno a una amplia variedad de problemas y a búsquedas semejantes, coincidiendo en visiones y proyectos. De partida, si bien es cierto el comunitarismo es primordialmente una corriente de pensamiento que se ha desarrollado al interior de la filosofía política –y también de la sociología–, es igualmente cierto que se ha ocupado de los problemas de la economía. Y al abordarlos y tomar posición frente a ellos, se han puesto de manifiesto importantes coincidencias entre sus ideas fundamentales y las ideas y pcticas de la economía solidaria, cuya base teórica la socioeconomía es una disciplina que se ha desarrollado  mediante el aporte de varios sociólogos de reconocida filosofía comunitarista.

Cabe señalar que las críticas y las propuestas del comunitarismo se fundamentan en un conjunto de concepciones acerca de la persona, la sociedad, el trabajo, la propiedad, etc., que, trasladadas al plano de la realidad, guardan correspondencia con lo que caracteriza a la economía solidaria. Las contribuciones filosóficas y teóricas provenientes de aquella corriente pueden a constituirse en una lida base para el desarrollo, el fortalecimiento y el destino transformador de lo que hoy es solo un sector de la economía. Por otra parte, no cabría imaginar la construcción una sociedad comunitaria aspiración máxima del comunitarismoal margen de lo que representa, denuncia y anuncia la economía solitaria.

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1 El personalismo es un movimiento impulsado por Mounier desde la revista Esprit, fundada por él junto a destacados intelectuales de ese tiempo. Para el personalismo, la persona debe ser el centro de toda reflexión filosófica o de cualquier acción que intente superar las tendencias individualistas y colectivistas como formas de convivencia.

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