miércoles

Fundamentos Ideológicos de la Izquierda Cristiana Aprobados en la Asamblea Constituyente realizada del 20 al 24 de octubre de 1971.


   1. La construcción del socialismo en Chile requiere la unidad de todas las  fuerzas revolucionarias.
La tarea de nuestro partido es contribuir a la construcción del socialismo en Chile mediante el aporte de fuerzas de inspiración cristiana o humanista, que amplíen la base de apoyo de este proceso y afiancen su carácter democrático y pluralista, el cual se desarrolla de un modo cabal dentro del socialismo.
Concebimos la revolución como un rápido desplazamiento del poder y de los bienes sociales de producción, de manos de la burguesía y del capital imperialista a manos de los trabajadores y el Estado Popular. Pensamos que este cambio debe alcanzar simultáneamente las pautas de conducta humana, los valores e imágenes culturales y los hábitos sociales.
La igualdad y hermandad entre los hombres se expresa hoy en la lucha de los explotados y exige objetivamente la complementación de esfuerzos políticos, sociales y culturales en el proceso del desarrollo socialista, de la conciencia del hombre nuevo y de las fuerzas productivas. Esta convergencia hacia el socialismo otorga a los cristianos de izquierda un puesto de combate para asumir desde el seno del pueblo y, sólo desde allí, un trabajo decisivo en la liberación de éste.

          2.        Sólo la movilización y unidad del pueblo pueden derrotar al capitalismo y hacer la revolución.
La  experiencia histórica enseña que la ruptura del sistema capitalista enfrenta resistencias muy poderosas, aunque minoritarias, ramificadas dentro y fuera del país y, además, requiere desarrollar un gran esfuerzo colectivo de producción, disciplina socia l y conciencia política. Estos objetivos no se pueden alcanzar si el pueblo no está sólidamente unido y movilizado en torno de ellos.
Entendemos que la unidad y la lucha del pueblo son condiciones indispensables para crear el poder capaz de vencer a los intereses que se oponen a la revolución y al socialismo, disuadir o enfrentar las tentativas golpistas y las intervenciones foráneas, movilizar las energías del trabajo social, programar el desarrollo en un contexto de solidaridad y participación y reafirmar la nacionalidad y la expresión de sus valores.

           3.       Nuestro combate socialista es el de todos los pueblos explotados.
En el socialismo podremos construir la patria para siempre, liberándola de las contradicciones que la destruyen. En el ámbito de la nueva cultura socialista, la familia y la juventud podrán sobrepasar las presiones disociadoras y del individualismo. Nuestra lucha es parte de la lucha de los pueblos latinoamericanos y de todos los pueblos del mundo por su emancipación nacional y social y por dar forma a la nueva humanidad.
La tarea que emprendemos representa la maduración de las luchas que hemos librado en el pasado y de las experiencias y principios ligados a ella. Es también producto de los esfuerzos por la liberación humana realizados en nuestros días por todos los revolucionarios del mundo contra la opresión, la miseria y la injusticia.

           4.       Nuestro compromiso se sitúa al interior de la clase trabajadora.
Entendemos la inspiración cristiana como un compromiso en la lucha por la liberación del pueblo, por la construcción de una sociedad justa y solidaria. El acontecimiento cristiano, a nuestro juicio, contiene una aspiración al socialismo.
No  pretendemos deducir, sin embargo,  una identificación del  cristianismo con nuestra posición partidista. No monopolizamos a los cristianos en general  y ni siquiera a los de izquierda. Tampoco buscamos  institucionalizar el  cristianismo  postulando  una  economía,  una  sociedad  o  un  Estado "cristianos", ni menos un socialismo "cristiano" o un camino "cristiano" al socialismo.
Nuestra acción se sitúa en el interior de la clase trabajadora del pueblo en su conjunto, para forjar el camino común y unitario al socialismo junto con los marxistas y demás fuerzas que lo postulen. Contribuimos a esta tarea expresando sectores del pueblo que a partir de su inspiración cristiana o humanista desarrollan una práctica y un pensamiento que ayuda a realizarla.

          5.    Nuestras filas son para cristianos de izquierda y militantes socialistas que lo sean    por razones humanistas.
Nuestro partido no es exclusivamente de cristianos. Sostenemos que el socialismo, en sus elementos esenciales, es una aspiración del hombre como tal: que madura en la historia y se convierte finalmente en una tuerza real, objetiva, por obra del proletariado que es ya una clase socialista en su modo de producir y existir. Del proletariado nace y se desenvuelve el socialismo como sistema y poder.
Esta vocación humanista y cristiana por el socialismo la organizamos como fuerza política, como fuerza de los trabajadores, comprometida en la lucha de clases y en el desenlace de ésta, la sociedad sin clases.
Aquí tienen, en consecuencia, un lugar de militancia revolucionaria aquellos que, por su inspiración religiosa o cultural cristiana, judía, o de otras creencias, y aquellos que sin reconocer este tipo de influencia y sólo por razones naturales o humanistas, asumen, por igual, la lucha por el socialismo y la unidad del pueblo.
Nuestra acción se dirige al desarrollo de una moral de la solidaridad que renueve la conciencia y el comportamiento; de condiciones para que el hombre sea tratado como persona y no como cosa; para que se ensanche el campo de sus libertades esenciales y de apertura a su dimensión espiritual; para que participe de un modo rápidamente creciente, como trabajador , en la gestión económica y en las decisiones políticas, sin todo lo cual no se crean las bases para avanzar hacia la emancipación humana.

6.       Buscamos la convergencia revolucionaria entre cristianos y marxistas.
Buscamos la convergencia teórica y práctica de marxistas y cristianos, el desarrollo de un trabajo común en todos los terrenos, precisamente para favorecer la unidad del pueblo y el cambio de la sociedad. Luchamos contra quienes sólo se interesan en destacar lo que divide y antagoniza a ambos.
Entendemos que la confluencia en la práctica de la lucha social y política va recreando de un modo continuo el pensamiento revolucionario del pueblo trabajador en su conjunto. No obstante, sería un error, que no ayudaría a los propósitos señalados, si eludiéramos nuestras actuales diferencias, puesto que nuestro partido aporta una explicación cristiana de la legitimidad, necesidad y eficacia histórica del socialismo.
En el marxismo existe un conjunto de postulados históricos y experiencias revolucionarias que sirven al proceso de liberación de los pueblos. Sin embargo, no somos marxistas, ya que el marxismo no es sólo un instrumento de análisis y transformación de la sociedad, sino también una interpretación coherente  del  hombre,  del  mundo  y  de  la  historia,  situado  aún  dentro  de  la  unilateralidad materialista.

           7.       El capitalismo es el régimen de la explotación humana.
El capitalismo es el régimen de la explotación, de lucro desenfrenado, de las grandes injusticias. Su principal producto en la actualidad es la miseria física en algunos lugares y la miseria moral en otros. Es el reino del individualismo y de la alienación colectiva, donde la felicidad humana se quiere medir por la creciente capacidad de consumos inducidos.
La racionalidad del capitalismo está llamada a generar miseria y desigualdad, por cuanto su fin no es la satisfacción de las necesidades humanas, sino  las ganancias de quienes poseen la propiedad privada del capital.
Lo mismo puede decirse del neocapitalismo, ya que éste no es más que la capitalización privada de recursos públicos.
El capitalismo ha sido y sigue siendo un medio de enriquecimiento para sectores minoritarios, para la gran mayoría de la humanidad, en cambio, significa la expropiación del trabajo obrero y campesino, la segregación social en todas sus formas y la explotación del hombre por el hombre que llama a la liberación de toda la humanidad en el socialismo.
Denunciamos a quienes calificándose de anticapitalistas plantean que es posible superar la explotación por el solo procedimiento de entregar la gestión a los trabajadores sin erradicar la propiedad privada sobre los medios de producción.
Ello mantiene intocable la existencia de una clase que sin trabajar obtiene rentas con el producto del trabajo de otros conservando sus privilegios.

           8.       El capitalismo no es sólo injusto, sino ineficaz.
Al ritmo y desequilibrio actual del capitalismo como sistema mundial los países subdesarrollados tendrán a fines del presente siglo el 80% de la población y su ingreso promedio por persona será cercano a los 350 dólares, en tanto que los países industrializados tendrán el 20% de la población con un ingreso promedio por persona de 6.500 dólares. La historia no ha conocido índices de desigualdad tan profunda entre los hombres.
Es imposible reproducir para los países subdesarrollados las condiciones en que se alcanzó el desarrollo capitalista de los actuales países industrializados, puesto que la prosperidad de éstos tiene como base la explotación imperialista de aquellos.

     9. Los centros del capitalismo mundial imponen a los  pueblos subdesarrollados aspiraciones de consumo artificial y superfluo, y los condena a financiar el desarrollo de los países industriales.
Además de la apropiación de recursos y excedentes producidos en nuestras economías, los centros del capitalismo mundial generan subdesarrollo a través de la imposición de un modo de industrialización basado en el crecimiento irracional y desenfrenado del consumo superfluo de las minorías. El efecto demostración que esto provoca en las masas las lleva a sacrificar necesidades esenciales, a endeudarse y a crearse expectativas que no pueden ser satisfechas.
Por último, el capitalismo en su fase imperialista adopta crecientemente un carácter belicista como consecuencia natural de la necesidad de proteger la expansión mundial de sus capitales e intereses.
La explotación imperialista se lleva a efecto de diversas maneras. En América Latina, por ejemplo, desde  1952  a  1970,  las  inversiones norteamericanas ascendieron  a  cerca  de  7.500 millones  de dólares, mientras las remesas controladas extraídas en favor del capital norteamericano, en el mismo período, fueron del orden de los 16.000 millones de dólares. En esta forma los pueblos de nuestro continente capitalizan a la economía más rica del mundo.
Ello se hace por el camino y explotación de los capitales imperialistas sobre las principales riquezas naturales y las industrias más dinámicas y rentables de nuestros países, por el deterioro de los términos del intercambio comercial que sufren los países subdesarrollados en favor de los países desarrollados; por el endeudamiento progresivo y de alto costo de aquéllos con respecto a estos últimos; y por otras formas de extracción de recursos, tales como el arriendo de tecnología, la fuga de cerebros, etc. Sobre estas bases se establece la dominación política y cultural de los centros del capitalismo mundial.

       10.       El imperialismo debe combatirse tanto en sus formas tradicionales como en las de reciente aplicación.
Como consecuencia de la dominación imperialista en América Latina mueren todos los años un millón de niños antes de cumplir un año de vida. El 50% de los niños mueren antes de cumplir 15 años   debido    la   desnutrición,   muchos   cientos   de   miles   más  quedan   dañados   física   e intelectualmente por la misma causa; el desempleo y analfabetismo alcanzan enormes proporciones, y el hambre se extiende por el continente. A ello se debe que el 60% de los latinoamericanos tengan un ingreso de sólo 60 dólares por persona al año y que la mayoría de nuestros pueblos estén oprimidos política y mentalmente por dictaduras oligárquicas coaligadas con el imperialismo y con los medios de comunicación de masas que monopolizan los grandes capitalistas.
El imperialismo, en forma dinámica, se ha transformado al utilizar nuevas formas de dominación, tales como la penetración tecnológica y los créditos internacionales, que pasan a ser un factor de control más fuerte aún que la inversión directa de capitales.
En consecuencia, todo intento de liberación del imperialismo no debe limitarse a la nacionalización de los bienes de capital, sino también, y en forma cada vez más importante, a impedir la infiltración de sus nuevas formas.

           11.   El poder de los trabajadores hace retroceder el poder burgués.
El poder burgués no puede sacar a los pueblos de esta situación, sólo puede ofrecerles represión y   paliativos. El pueblo chileno después de haber pasado por las formas tradicionales, populistas y reformistas del capitalismo, incluso aquellas de la Alianza para el Progreso, ha iniciado un nuevo camino, el camino socialista.
A ello concurre la organización y desarrollo de la clase trabajadora como fuerza social, política e ideológica, capaz de enfrentar las estructuras establecidas y su poder estatal y de hacer llegar más allá de misma su profunda voluntad de cambiar la sociedad y la crítica al mundo burgués y sus valores.
En suma, las fuerzas trabajadoras se hacen más poderosas que las burguesas. En tales condiciones, éstas no pueden impedir el deterioro de su autoridad, su prestigio y sistema económico, hasta el punto que cada vez son más impotentes para producir, distribuir, generar las inversiones, lograr la solidaridad social, movilizar las energías colectivas, unir al pueblo y el Gobierno.

       12.   La  revolución socialista es  el  producto de  la  lucha ininterrumpida de  los trabajadores  para terminar con toda forma de dominación del hombre por el hombre.
Concebimos la revolución socialista como el producto de la lucha ininterrumpida de los trabajadores que al suprimir el poder de las clases explotadoras, crea las condiciones para terminar con toda forma de dominación del hombre por el hombre, estableciendo su autogobierno, es decir, la autodirección de los trabajadores en todos los niveles.
La construcción del socialismo en Chile se inicia durante la época en que la experiencia revolucionaria internacional permite a nuestra clase trabajadora tomar conciencia de que la abolición de la propiedad privada de los medios de producción constituye una condición indispensable pero no suficiente de su liberación.
En consecuencia, en Chile deben conjugarse sistemáticamente dos procesos: la superación definitiva de la estructura capitalista y el traslado progresivo de la autoridad a las bases responsables de la actividad productiva de bienes y servicios.

           13.   El Estado Popular establece el gobierno de la economía por los trabajadores.
La ruptura revolucionaria con el viejo sistema, se inicia en nuestro país mediante la expropiación del capital monopolista, el latifundio y los intereses imperialistas, a fin de constituir el área de propiedad social, dominante en la nueva economía. Sobre esta base se establece el gobierno de la economía por los trabajadores a través del Estado Popular, la planificación, la empresa socializada y su participación directa en estos tres niveles de poder.
De este modo el poder de los trabajadores sustituye al poder de la burguesía y del imperialismo.
El Estado Popular construye el socialismo junto a todos los trabajadores y la gran mayoría de los pequeños y medianos  empresarios que no están  unidos a  los  grandes capitalistas,  mediante la planificación científica y democrática de las tres área económicas: social, mixta y privada, de manera que la inmensa mayoría de los chilenos encuentre su puesto de trabajo y de justa retribución y participación en la obra común de la nación y el pueblo.

El curso posterior hacia el socialismo pleno es gradual y se efectúa por la expansión de la conciencia y las fuerzas del socialismo a toda la sociedad.

           14.   La República de Trabajadores expresa y organiza institucionalmente el socialismo.
La creación de una República de Trabajadores para organizar institucionalmente el socialismo debe comprender un Estado democrático de trabajadores y un conjunto de comunidades básicas que se relacionan entre sí y con el Estado mediante la planificación y la nueva cultura.
El  acceso  del  pueblo  al  poder  implica  la  transformación  del  Estado  burgués,  que  limita  la participación democrática a la elección de autoridades, en Estado de trabajadores, concebido como una democracia real con amplia participación de la base en todas las decisiones, dentro de un régimen de pluralismo ideológico, político, cultural y religioso.
El carácter democrático del Estado reside en su capacidad para resguardar los derechos humanos y expresar  el  predominio  político  de  la  clase  trabajadora.  Para  ello  es  necesario  el  ejercicio democrático del poder obrero y un Sistema coherente de poderes públicos que corresponda a la nueva realidad social, consultando el sufragio universal, secreto e informado para la renovación periódica de las autoridades y para la decisión popular directa de las cuestiones principales del proceso de construcción socialista.

      15.   La nueva cultura, nacida de una nueva práctica social, se expresa en los valores de igualdad y solidaridad.
Sostenemos la necesidad de edificar la cultura de la nueva sociedad sobre los valores propios de nuestra nacionalidad. Ella es producto del ascenso histórico de la clase trabajadora, su poder y sus valores. Se alcanza en la medida en que la propiedad social de los medios de producción per mita convertir la satisfacción de necesidades reales de toda población y no la búsqueda de ganancias para individuos o grupos, en el principio ordenador del comportamiento global de toda la sociedad.
Esta cultura surge de una nueva práctica social. Su contenido se expresa fundamentalmente a través de la igualdad y la solidaridad. Sólo ellas pueden cohesionar un país que coloca la satisfacción de las necesidades reales de la mayoría en el centro de su actividad, y que, por esta causa, debe alterar profundamente sus pautas de producción y consumo, desplazando las imágenes y prácticas propias de una sociedad opulenta y organizando el bienestar colectivo en función de un mínimo creciente común para todos. Este mínimo gobierna el proceso de ahorro social e inversiones reproductivas. Nadie debe financiar el desarrollo consumiendo por debajo de ese mínimo y el consumo que lo sobrepase debe constituir la excepción que tiene a limitarse.

16.   Nos proponemos avanzar hacia una sociedad de compañeros.
En todos los niveles de la organización social y económica, los trabajadores y los dirigentes gubernativos planifican el desarrollo de  la  sociedad y  la  economía. La Programación supera las reivindicaciones parciales según los medios de presión de cada sector y expresa la reivindicación total de una nueva economía y de una nueva sociedad bajo el poder de los trabajadores.
La base social se incorpora así en la formulación, discusión y ejecución de los planes de desarrollo de la sociedad y la economía. La gestión de los asuntos propios de las comunidades básicas de la sociedad (productiva, territorial y científica) corresponde al conjunto de quienes se desempeñan en ellas. Esta gestión de la base y las actividades del Plan y el Estado se combinan en forma flexible dando origen tanto a sectores centralizados como descentralizados de manejo económico-social.
El fin de la dominación burguesa y de su dependencia cultural del imperialismo es la condición para liberar las fuerzas creadoras de los trabajadores en todos los campos.
En tanto la educación en todos los niveles se hace efectivamente accesible a las masas, se eliminen aquellos esquemas mentales que justifiquen la dominación de las minorías y se desarrolle la conciencia socialista, estaremos avanzando hacia la existencia real de una sociedad de compañeros, capaz de prescindir de un aparato de coacción y de fuerza, donde si bien la autoridad en sus diversas formas subsiste, su ejercicio llega a ser fácilmente intercambiable entre los miembros de la sociedad.

          17.   El poder económico y político del socialismo corresponde a la clase trabajadora en su conjunto.
La vigencia del nuevo régimen y la presencia activa de la base popular y de sus organizaciones, deberán asegurar que la centralización no resulte burocrática y que la descentralización excluya un retroceso al capitalismo. El Plan determina las operaciones económico -sociales por cuyo medio se implanta  el  nuevo  principio  ordenador  de  la  sociedad.  El  plan  toma  en  cuenta  el  grado  de maduración de la conciencia trabajadora y de la conciencia social y, con esos datos, fija las proporciones en que la satisfacción de las necesidades mayoritarias debe combinarse con el ahorro o acumulación social para obtener las más elevadas tasas del desarrollo posibles.
Del mismo modo, el ejercicio del poder político del socialismo pertenece a la clase trabajadora en su conjunto. Los partidos populares son sólo sus agentes. Por tanto, las diferencias y contradicciones entre unos y otros deben ser resueltas, en definitiva, por el pueblo trabajador, sin que fuerzas ajenas puedan valerse de ellas para recuperar influencias. Esto será especialmente válido cuando se trata de determinar las personas que encabezarán cada uno de los distintos períodos del ejercicio del poder central del Estado.

           18.   La pluralidad sirve a la convergencia socialista. El monolitismo la impide.
La base política fundamental de la construcción del socialismo es la unidad del pueblo. Su obtención constituye por tanto nuestra estrategia permanente. En las actuales condiciones revolucionarias, la unidad del proletariado y demás fuerzas progresistas, no puede obtenerse mediante partidos de vanguardia únicos y excluyentes, cualquiera sea su inspiración. La gama de problemas objetivos que han aflorado en las diversas experiencias socialistas es singularmente extensa. Chile debe hacer la suya a partir de su propia realidad. La pluralidad de partidos corresponde a esa realidad y anima la reflexión democrática que no debe interrumpirse en ningún momento. Refuerza esa conclusión la presencia de fuerzas de inspiración cristiana o humanista que existen en todos los sectores populares y medios.
La pluralidad sirve a la convergencia. El monolitismo la impide. En consecuencia, entendemos la organización política del proletariado y demás fuerzas populares bajo la forma de una alianza permanente en torno a programas de acción concreta que se van construyendo sucesivamente desde el seno mismo de las masas.

   19.   Estamos por la paz, por la no intervención, por la solidaridad entre los pueblos contra la agresión imperialista.

Los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos son una base fundamental de la soberanía nacional y la paz en el mundo. Rechazamos, por tanto, toda forma de subyugación imperialista, reconociendo a cada pueblo el derecho que tiene de darse el régimen que desee. Nos pronunciamos  por  la  solidaridad creciente  que  surge  entre  los pueblos oprimidos  por  acciones hegemónicas de las potencias imperialistas o por oligarquías nacionales aliadas al capitalismo internacional. Somos solidarios con la lucha de los países del Tercer Mundo por conquistar una igualdad real entre los pueblos y superar el subdesarrollo. Creemos que la unidad necesaria para alcanzar esos propósitos encuentra expresión práctica en la política de estrecha vinculación de estos pueblos. En nuestro continente debe fortalecerse la integración latinoamericana para que llegue a ser una alianza de pueblos y gobiernos. 

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