1. La construcción del socialismo en
Chile requiere
la unidad de
todas las fuerzas revolucionarias.
La tarea de nuestro
partido es contribuir a la construcción del socialismo en Chile mediante
el aporte de fuerzas de inspiración
cristiana o humanista, que amplíen la base de apoyo de este proceso y afiancen
su carácter democrático y pluralista, el cual se desarrolla de un modo cabal dentro del
socialismo.
Concebimos la revolución
como un rápido desplazamiento del poder y de los bienes sociales de
producción, de manos de la burguesía y del capital imperialista a manos de los trabajadores y el Estado Popular. Pensamos
que este cambio debe alcanzar simultáneamente las pautas de conducta
humana, los valores e imágenes
culturales y los hábitos sociales.
La igualdad y hermandad
entre los hombres se expresa hoy en la lucha de los explotados y exige objetivamente la complementación
de esfuerzos políticos, sociales y culturales en el proceso del
desarrollo socialista, de la conciencia del hombre nuevo y de las fuerzas productivas. Esta convergencia hacia el socialismo otorga
a los cristianos de izquierda un puesto de combate para asumir desde el seno del pueblo y, sólo desde allí,
un trabajo decisivo en la
liberación de éste.
2. Sólo la movilización y unidad del pueblo pueden derrotar al capitalismo y hacer la revolución.
La
experiencia histórica enseña que la ruptura del sistema capitalista enfrenta resistencias muy poderosas, aunque minoritarias, ramificadas dentro y fuera del país y, además, requiere desarrollar un gran esfuerzo colectivo
de producción, disciplina socia l y conciencia política. Estos objetivos no se pueden
alcanzar si el pueblo no está sólidamente unido y movilizado en torno de ellos.
Entendemos que la unidad y la lucha del pueblo son condiciones indispensables para crear el poder
capaz de vencer a los intereses que se oponen a la revolución y al socialismo, disuadir o enfrentar las tentativas golpistas y las intervenciones foráneas, movilizar las energías del trabajo social, programar
el desarrollo en un contexto
de solidaridad y participación y reafirmar la nacionalidad y la expresión de sus valores.
3.
Nuestro combate
socialista es el de todos los pueblos explotados.
En el socialismo podremos construir la patria para siempre, liberándola de las contradicciones que la destruyen. En el ámbito de la nueva cultura socialista, la familia y la juventud podrán sobrepasar las presiones disociadoras y del individualismo.
Nuestra lucha es parte de
la lucha de los pueblos latinoamericanos y de
todos los pueblos del mundo por
su emancipación nacional y social y por dar forma a la nueva
humanidad.
La tarea que
emprendemos representa la maduración de las luchas que hemos librado en el pasado y
de las experiencias y principios ligados a ella. Es
también producto de los esfuerzos
por la liberación humana realizados en nuestros días por todos los revolucionarios
del mundo contra la opresión,
la miseria y la injusticia.
4.
Nuestro compromiso se sitúa al interior
de la clase trabajadora.
Entendemos la inspiración cristiana como un compromiso en la lucha por la liberación del pueblo, por la construcción de una sociedad
justa y solidaria. El acontecimiento cristiano, a nuestro
juicio, contiene una aspiración al socialismo.
No pretendemos deducir,
sin embargo, una identificación del cristianismo con nuestra posición partidista. No monopolizamos
a los cristianos en general y ni siquiera
a los de izquierda. Tampoco buscamos institucionalizar el cristianismo
postulando
una
economía,
una
sociedad o un Estado "cristianos", ni menos un socialismo "cristiano" o un camino
"cristiano" al socialismo.
Nuestra acción se sitúa en el interior de la clase trabajadora del pueblo en su conjunto,
para forjar el camino
común y unitario al socialismo junto con los marxistas
y demás fuerzas que lo postulen.
Contribuimos a esta tarea expresando sectores del pueblo que a partir de su inspiración cristiana o humanista
desarrollan una práctica
y un pensamiento que
ayuda a realizarla.
5. Nuestras filas son para cristianos de izquierda y militantes socialistas que lo sean por razones humanistas.
Nuestro partido
no es exclusivamente de cristianos. Sostenemos
que el socialismo, en sus elementos esenciales, es una aspiración del hombre como tal: que madura en la historia y se convierte finalmente en una tuerza real, objetiva,
por obra del proletariado que es ya una clase socialista en su
modo de producir y existir.
Del proletariado nace y se desenvuelve
el socialismo como sistema y poder.
Esta vocación humanista y cristiana por el socialismo la organizamos como fuerza política, como fuerza de los trabajadores, comprometida en la lucha de clases y en el desenlace
de ésta, la sociedad
sin clases.
Aquí tienen, en consecuencia, un lugar de militancia
revolucionaria aquellos que, por su inspiración
religiosa o cultural cristiana, judía, o de otras
creencias, y aquellos que sin reconocer este tipo de influencia y sólo por razones naturales
o humanistas, asumen,
por igual, la lucha por el socialismo y la unidad del pueblo.
Nuestra acción se dirige al desarrollo de una
moral de la solidaridad que renueve la conciencia
y el comportamiento; de condiciones para que el hombre sea tratado como persona y no como cosa;
para que se ensanche el campo de sus libertades esenciales y de apertura
a su dimensión espiritual;
para que participe de un modo rápidamente creciente, como trabajador
, en la gestión económica
y en las decisiones políticas,
sin todo lo cual no se crean las bases para avanzar
hacia la emancipación humana.
6.
Buscamos la convergencia revolucionaria entre cristianos y marxistas.
Buscamos la convergencia teórica y práctica
de marxistas y cristianos, el desarrollo de un trabajo común en todos los terrenos, precisamente para favorecer la unidad del pueblo y el cambio de la
sociedad. Luchamos contra quienes
sólo se interesan en destacar lo que
divide y antagoniza a ambos.
Entendemos que la confluencia en la práctica de la lucha social y política va recreando de un modo continuo el pensamiento revolucionario del pueblo trabajador en su conjunto.
No obstante, sería un
error, que no ayudaría a los propósitos señalados, si eludiéramos nuestras actuales
diferencias, puesto que nuestro partido aporta una explicación cristiana de la legitimidad, necesidad y eficacia
histórica del socialismo.
En el marxismo existe un conjunto de postulados históricos y experiencias revolucionarias que sirven al proceso de liberación
de los pueblos. Sin embargo,
no somos marxistas, ya que el marxismo no es
sólo un instrumento de análisis
y transformación de la sociedad, sino también
una interpretación coherente del hombre,
del
mundo
y
de
la
historia, situado
aún dentro de la unilateralidad materialista.
7.
El capitalismo es el régimen
de la explotación humana.
El capitalismo es el régimen de la explotación, de lucro desenfrenado, de las grandes injusticias. Su principal producto en la actualidad es la miseria
física en algunos lugares y la miseria
moral en otros. Es
el reino del individualismo y de la alienación colectiva, donde la felicidad humana se quiere medir por la creciente capacidad de consumos inducidos.
La racionalidad del capitalismo está llamada a generar miseria y desigualdad, por cuanto su fin no es
la satisfacción de las necesidades humanas, sino las ganancias de quienes poseen
la propiedad privada del capital.
Lo mismo puede decirse del neocapitalismo,
ya que éste no es más que la
capitalización privada de recursos públicos.
El capitalismo ha sido y sigue siendo un medio de
enriquecimiento para sectores
minoritarios, para la gran mayoría de la humanidad, en cambio, significa
la expropiación del trabajo obrero y campesino, la segregación social en todas sus formas y la explotación del hombre por el hombre
que llama a la liberación de toda la
humanidad en el socialismo.
Denunciamos a quienes calificándose de anticapitalistas
plantean que es posible superar la
explotación por el solo procedimiento de entregar la gestión a los trabajadores sin erradicar la propiedad privada sobre los medios
de producción.
Ello mantiene intocable la existencia de una clase que sin trabajar
obtiene rentas con el producto
del trabajo de otros conservando sus privilegios.
8.
El capitalismo no es sólo injusto,
sino ineficaz.
Al ritmo y desequilibrio actual del capitalismo como sistema mundial los países subdesarrollados
tendrán a fines del presente
siglo el 80% de la población y su ingreso
promedio por persona será cercano a los 350 dólares, en tanto
que los países
industrializados tendrán el 20% de la población con un ingreso
promedio por persona de 6.500 dólares.
La historia no ha
conocido índices de desigualdad tan
profunda entre los hombres.
Es imposible reproducir
para los países subdesarrollados las condiciones en que se alcanzó el desarrollo capitalista de los actuales
países industrializados, puesto que la prosperidad de éstos tiene como base la explotación imperialista de aquellos.
9. Los centros
del capitalismo mundial
imponen a los
pueblos subdesarrollados aspiraciones de consumo artificial y superfluo, y los condena
a financiar el desarrollo de los países
industriales.
Además de la apropiación de recursos y excedentes producidos
en nuestras economías,
los centros del capitalismo mundial generan subdesarrollo a través de la imposición de un modo de industrialización basado en el crecimiento irracional y desenfrenado del consumo superfluo de las minorías. El efecto demostración que esto provoca en las masas las lleva a sacrificar
necesidades esenciales, a endeudarse y a crearse
expectativas que no pueden ser satisfechas.
Por último, el capitalismo
en su
fase imperialista adopta crecientemente un carácter belicista
como consecuencia natural de la necesidad de proteger la expansión
mundial de sus capitales
e intereses.
La explotación imperialista se lleva a efecto de diversas
maneras. En América Latina, por ejemplo,
desde 1952 a 1970, las inversiones norteamericanas ascendieron a
cerca de
7.500 millones de
dólares, mientras las remesas controladas extraídas en favor del capital norteamericano, en el mismo período, fueron del orden de los 16.000 millones de
dólares. En esta forma los pueblos de nuestro continente capitalizan a la economía
más rica del mundo.
Ello se hace por el camino y explotación de los capitales
imperialistas sobre las principales riquezas naturales y las industrias más dinámicas y rentables de nuestros países,
por el deterioro de los términos del intercambio comercial
que sufren los países subdesarrollados en favor de los países desarrollados; por el endeudamiento progresivo y de alto costo de aquéllos con respecto a estos
últimos; y por otras formas de extracción de recursos, tales como el arriendo de tecnología, la fuga
de cerebros, etc. Sobre estas bases se establece la dominación
política y cultural de los centros del capitalismo mundial.
10. El imperialismo debe combatirse tanto en sus formas tradicionales como en las de reciente aplicación.
Como consecuencia de la dominación imperialista en América
Latina mueren todos los años un millón
de niños antes de cumplir
un año de vida. El 50% de los niños mueren antes de cumplir
15 años debido a
la
desnutrición, muchos
cientos
de
miles
más
quedan
dañados
física
e intelectualmente por la misma
causa; el desempleo
y analfabetismo alcanzan enormes proporciones, y el hambre se extiende por el continente. A ello se debe que el 60% de los latinoamericanos
tengan un ingreso de sólo 60 dólares por persona al año y que la mayoría de nuestros pueblos estén oprimidos política y mentalmente por dictaduras oligárquicas coaligadas con el imperialismo y con
los medios de comunicación de masas que monopolizan los grandes capitalistas.
El imperialismo, en forma dinámica, se ha transformado al utilizar nuevas
formas de dominación, tales como la penetración tecnológica y los créditos internacionales, que pasan a ser un factor de control más fuerte aún que la inversión directa de capitales.
En consecuencia, todo intento de liberación del imperialismo no debe limitarse
a la nacionalización de los bienes de capital,
sino también, y en forma cada vez más importante, a impedir la infiltración
de sus nuevas formas.
11.
El poder de
los trabajadores hace retroceder el poder burgués.
El poder burgués no puede sacar a los pueblos
de esta situación, sólo puede ofrecerles represión y paliativos. El pueblo chileno después de haber pasado por las formas tradicionales, populistas y reformistas del capitalismo, incluso aquellas de la Alianza para el Progreso, ha iniciado un nuevo
camino, el camino socialista.
A ello concurre la organización y desarrollo de la clase trabajadora como fuerza
social, política e ideológica, capaz de enfrentar
las estructuras establecidas y su poder estatal y de hacer llegar más allá de sí misma su profunda
voluntad de cambiar la sociedad
y la crítica al mundo burgués y sus
valores.
En suma, las fuerzas trabajadoras se hacen más
poderosas que las burguesas.
En tales condiciones, éstas no pueden impedir el deterioro
de su autoridad, su prestigio y sistema económico,
hasta el punto que cada vez son más impotentes para producir, distribuir, generar las inversiones, lograr la solidaridad social, movilizar las energías colectivas, unir al
pueblo y el Gobierno.
12.
La revolución socialista es el producto de la lucha ininterrumpida de los trabajadores para terminar con toda forma de dominación del hombre por el hombre.
Concebimos la revolución socialista como el producto de la lucha ininterrumpida de los trabajadores que al suprimir el poder de las clases
explotadoras, crea las condiciones para terminar con toda
forma de dominación del hombre por el hombre,
estableciendo su autogobierno, es decir, la autodirección de los trabajadores en todos los niveles.
La construcción del socialismo en
Chile se inicia durante
la época en que la experiencia
revolucionaria internacional permite a nuestra clase trabajadora
tomar conciencia de que la abolición de la
propiedad privada de los medios de producción constituye una condición
indispensable pero no
suficiente de su liberación.
En consecuencia, en Chile deben conjugarse
sistemáticamente dos procesos: la superación definitiva de la estructura capitalista y el traslado progresivo de la autoridad
a las bases responsables de la actividad productiva de bienes
y servicios.
13.
El Estado
Popular establece el gobierno de la economía
por los trabajadores.
La ruptura revolucionaria con el viejo sistema, se inicia en nuestro país mediante la expropiación del capital monopolista, el latifundio y los intereses
imperialistas, a fin de constituir el área de propiedad
social, dominante en la nueva economía. Sobre esta base se establece el gobierno de la economía por los trabajadores a través del Estado Popular,
la planificación, la empresa socializada y su participación directa
en estos tres niveles
de poder.
De este modo el poder de los
trabajadores sustituye al poder de la
burguesía y del imperialismo.
El Estado Popular construye
el socialismo junto a todos los trabajadores y la gran mayoría
de los pequeños y medianos empresarios
que no están unidos
a los grandes capitalistas, mediante la planificación científica
y democrática de las tres área económicas: social, mixta y privada, de manera
que la inmensa mayoría de los chilenos
encuentre su puesto de trabajo y de justa retribución y participación en la obra común de
la nación y el pueblo.
El curso posterior hacia el socialismo pleno es gradual
y se efectúa por la expansión de la conciencia y
las fuerzas del socialismo a toda la sociedad.
14.
La República
de Trabajadores expresa
y organiza institucionalmente el socialismo.
La creación
de una República de Trabajadores para organizar
institucionalmente el socialismo debe comprender un Estado democrático de trabajadores y un conjunto de comunidades
básicas que se relacionan entre sí y con el Estado mediante
la planificación y la
nueva cultura.
El acceso
del
pueblo
al
poder
implica
la
transformación del Estado burgués, que limita
la
participación democrática a la elección de autoridades, en Estado de trabajadores, concebido
como una democracia real con amplia
participación de la base en todas las decisiones, dentro
de un régimen de pluralismo ideológico, político, cultural
y religioso.
El carácter
democrático del Estado reside en su capacidad
para resguardar los derechos humanos y expresar el predominio político de la clase trabajadora.
Para
ello
es
necesario
el
ejercicio
democrático del poder obrero y un Sistema coherente de poderes públicos que corresponda a la nueva realidad social, consultando el sufragio universal, secreto e informado para la renovación periódica de las autoridades
y para la decisión popular directa de las cuestiones
principales del proceso de construcción socialista.
15.
La nueva cultura, nacida de una nueva práctica social, se expresa en los valores de igualdad
y solidaridad.
Sostenemos la necesidad de edificar la cultura de la nueva sociedad sobre los valores
propios de nuestra nacionalidad. Ella es producto del ascenso histórico
de la clase trabajadora, su poder y sus
valores. Se alcanza en la medida en que la propiedad social
de los medios de producción per mita convertir la satisfacción de necesidades reales de toda población y no la búsqueda
de ganancias para individuos o grupos,
en el principio ordenador
del comportamiento global
de toda la sociedad.
Esta cultura
surge de una nueva práctica social. Su contenido se expresa fundamentalmente
a través de la igualdad y la solidaridad. Sólo ellas pueden cohesionar un país que coloca
la satisfacción de las
necesidades reales de la mayoría en el centro de su actividad, y que, por esta
causa, debe alterar profundamente sus pautas de producción y consumo, desplazando las imágenes y prácticas propias de
una sociedad opulenta y organizando el bienestar colectivo en función de un mínimo creciente
común para todos. Este mínimo gobierna
el proceso de ahorro social e inversiones reproductivas. Nadie debe financiar el desarrollo consumiendo por debajo de ese mínimo y el consumo que lo sobrepase
debe constituir la excepción
que tiene a limitarse.
16.
Nos proponemos avanzar hacia una sociedad de compañeros.
En todos los niveles
de la organización social y económica, los trabajadores y los dirigentes
gubernativos planifican el desarrollo de
la sociedad y la
economía. La Programación supera las
reivindicaciones parciales según
los medios de presión
de cada sector y expresa
la reivindicación total de una nueva economía y de una nueva sociedad
bajo el poder de los trabajadores.
La base social se incorpora
así en la formulación, discusión
y ejecución de los planes de desarrollo
de la sociedad y la economía.
La gestión de los asuntos propios de las comunidades
básicas de la sociedad (productiva, territorial y científica) corresponde
al conjunto de quienes se desempeñan en ellas. Esta gestión
de la base y las actividades del Plan y el Estado se combinan
en forma flexible dando origen tanto a sectores
centralizados como
descentralizados de manejo económico-social.
El fin de la dominación burguesa y de su dependencia cultural del imperialismo es la condición
para liberar las fuerzas creadoras de los trabajadores en todos
los campos.
En tanto la educación
en todos los niveles se hace
efectivamente accesible a las masas, se eliminen
aquellos esquemas mentales que justifiquen la dominación de las minorías
y se desarrolle la conciencia socialista, estaremos avanzando hacia la existencia real de una sociedad
de compañeros, capaz de prescindir de un aparato de coacción y de fuerza, donde si bien la autoridad
en sus diversas formas subsiste, su ejercicio
llega a ser fácilmente intercambiable entre los miembros
de la sociedad.
17.
El poder económico y político del socialismo corresponde a la clase trabajadora en su conjunto.
La vigencia
del nuevo régimen y la presencia activa de
la base popular y de sus organizaciones, deberán asegurar
que la centralización no resulte burocrática y que la descentralización excluya un retroceso al capitalismo. El Plan determina las operaciones económico
-sociales por cuyo medio se
implanta el nuevo principio
ordenador
de
la
sociedad. El plan toma en cuenta el grado de maduración de la conciencia trabajadora y de la conciencia social y, con esos datos, fija las
proporciones en que la satisfacción de las
necesidades mayoritarias debe combinarse con el ahorro
o acumulación social para obtener las más elevadas
tasas del desarrollo posibles.
Del mismo modo, el ejercicio del poder político del socialismo pertenece a la clase trabajadora en su conjunto. Los partidos populares
son sólo sus agentes. Por tanto, las diferencias
y contradicciones entre unos y otros deben ser resueltas, en definitiva, por el pueblo trabajador, sin que fuerzas ajenas
puedan valerse de ellas para recuperar influencias. Esto será especialmente válido cuando se
trata de determinar las personas
que encabezarán cada uno de los distintos períodos
del ejercicio del poder
central del Estado.
18.
La pluralidad sirve a la
convergencia socialista. El monolitismo la impide.
La base política fundamental de la construcción del socialismo es la unidad del pueblo. Su obtención
constituye por tanto nuestra estrategia
permanente. En las actuales condiciones revolucionarias, la
unidad del proletariado y demás fuerzas progresistas, no puede obtenerse mediante partidos de vanguardia únicos y excluyentes, cualquiera sea su inspiración. La gama de problemas
objetivos que han aflorado
en las diversas experiencias socialistas es singularmente extensa.
Chile debe hacer la
suya a partir de su propia
realidad. La pluralidad de partidos
corresponde a esa realidad y anima la reflexión democrática que no debe
interrumpirse en ningún momento. Refuerza esa conclusión la presencia de fuerzas de inspiración cristiana
o humanista que existen en todos los sectores populares y medios.
La pluralidad sirve a la convergencia. El monolitismo la impide. En consecuencia, entendemos la
organización política del proletariado y demás fuerzas populares bajo la forma de una alianza
permanente en torno a programas de acción concreta
que se van construyendo sucesivamente desde el seno mismo de las masas.
19. Estamos por la paz, por la no intervención, por la solidaridad entre los pueblos contra la agresión imperialista.
Los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos son una base fundamental de la soberanía nacional
y la paz en el mundo. Rechazamos, por tanto, toda forma de subyugación imperialista, reconociendo a cada pueblo el derecho que tiene de darse el régimen que desee. Nos pronunciamos por la solidaridad creciente que surge
entre
los
pueblos oprimidos por acciones hegemónicas de las potencias
imperialistas o por oligarquías
nacionales aliadas al capitalismo
internacional. Somos solidarios con la lucha de los países
del Tercer Mundo por conquistar
una igualdad real entre los pueblos
y superar el subdesarrollo. Creemos que la unidad
necesaria para alcanzar esos propósitos
encuentra expresión práctica en la política de estrecha vinculación de estos pueblos. En nuestro continente debe fortalecerse la integración latinoamericana para que llegue a
ser una alianza de pueblos y gobiernos.